sábado, 21 de mayo de 2011

Sol&edad

Hace algunos meses, en febrero para ser exactos me atreví a hacer algo que no imaginé posible. Tuve mis primeras vaciones, solo. Tome un avión y fui al norte del Perú, hacia Tumbes.

Digamos que eran unas vaciones-taller. El propósito era sencillo en un inicio, desconectarme del trabajo, internet, amigos, en realidad estar solo; de alguna forma poder re encontrarme conmigo. Decidí ir a tumbes, era como hacerme un “harakiri” al alma. Sucede que años atrás mientras planificábamos nuestro matrimonio, Jani y yo habíamos decidido no ir muy lejos para así poder ahorrar en el departamento, en conclusión nuestra luna de miel sería en Máncora (o sus alrededores). Fue ahí donde decidí ir.

Al llegar a tumbes, fue toda una aventura, descubrir que ir de mochilero y vivir con el dinero exacto que tienes, aprender del lugar, los precios, los gastos, las comidas y las aventuras. Debo confesar que mal no la pasé en ningún momento. Me divertí bastante, me desconecté del trabajo y aprendí mucho para él mismo. Pero al final del día en cada noche llegaba un vació que me recordaba que estaba en un lugar donde se suponer que no estaría solo, sino completo, los dos juntos.

Al mirar las estrellas, aquella noche en Vichayito pude una vez más comprobar la vasta creación del Eterno y cuán minúsculos somos, al despertar el viernes con la noticia de que tendríamos un tsunami en nuestra costa ese mismo día por la noche y ver las noticias del terremoto en Japón entendí una vez más cuán volátiles somos.

Hace ya tres años y algunos meses que Jani descansa, y aún me cuesta lidiar con su ausencia. Entiendo que deba descansar y que no está, que probablemente por algún tiempo no la volveré a ver (1 Tes. 4:16). He caído en esa tentación que significa racionalizar todo y tratar de entenderlo, al mismo tiempo he llegado a mis límites donde entiendo que hay cosas que mi cerebro ínfimo no soportaría entender. Pero lo que yo no comprendo es que si bueno esta es mi situación y he de estar solo, por qué se me hace tan pesado y agobiante algunas veces.

Cuando estuvimos en coqueteos allá por diciembre del 2004, ella tenía que viajar a Brasil, el viaje soñado de mi Jani, había trabajado tanto por ello, para disfrutar de sus vacaciones soñadas. Nosotros nos habíamos acabado de conocer y bueno estábamos en esa fase sensacional donde te empiezas a enamorar y todo parece ser hecho exclusivamente para ambos… Recuerdo claramente cuando quedamos en que solo sería esa semana última antes del viaje que nos veríamos, porque ella conocería a un brasilero alto, fornido, de ojos caramelos de quien se enamoraría decía yo…, recuerdo cuando me envío una carta diciéndome que “yo le había estropeado el viaje, y que me extrañaba y tenía ganas de verme”. Fue ahí donde aprendí esa palabra brasilera que hasta el día de hoy uso: Saudade.

Qué preciosa la sonrisa de Jani, preciosa toda. Esto fue en Bahía, Brasil.

Han pasado cerca de cuatro años desde que ella se fue, han pasado cerca de 8 años desde que nos conocimos por segunda vez y aunque me encuentre más viejo, el sol del norte me hizo recordar cuánto la amé. Lo repito una vez más, las playas del norte del Perú no es para ir solo. Envejecí más en ese sol, lo hice mientras veía a las parejas felices pasear por la arena y yo solo, lo hice mientras veía a las familias pasear juntos y jugar en el atardecer y yo solo, lo hice cuando el sol se ocultaba cada atardecer y yo solo.

Mi intento de imitar el dulce recuerdo de ella, llevándome en su viaje.

Sé que no me sale exactamente igual de bello como cuando lo hice Jani al escribir nuestros nombres en la arena, pero intenté hacerlo. A veces me odio un poco porque ya no recuerdo el olor de su cabello y la textura de su piel se siente a penas en mi memoria. Cada día me repito las frases con las que jugábamos juntos, íntimos como nosotros mismos éramos, en la libertad que nuestra nación independiente del amor nos permitía, ser nosotros, genuinos. Pero tengo miedo, tengo miedo que cada día que paso bajo el sol, mi estropeada memoria no guarde mis tesoros… me odio por ser humano y no un computador que puede retener información sin alterarse….

Ha pasado tanto tiempo que asumo que la gente asume que ya debería estar sano, y creo que ellos no saben que aun yo no sé qué es estar sano.

A veces intento ser feliz, o sonreír al menos y lo hago, pero luego desisto, no lo merezco.

Ya lo dije una vez a las personas no les gusta la gente triste, así funciona la humanidad, ocultado realidades es más fácil proseguir en el desarrollo y evolución de esta raza en la que cada vez más nos volvemos insensibles en pro de avance.

Peco, y miro a otros y veo como otros tienen lo que yo tanto añoré. Peco y envidio. Peco y codicio. Peco y estoy insatisfecho con lo que tengo (y no tengo al mismo tiempo). Peco

Bienaventurados quienes tienen alguien con quien compartir sus vidas.

Malditos quienes tienen alguien con quien compartir sus vidas y lo desechan.

Hoy extraño y mucho. Iré a la calle espero que el frio otoñal de Miraflores esta noche seque las lágrimas.

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Sé que este post no ha sido de mucha ayuda. Pero lo único que podría decirte es, por favor intenta con todas tus fuerzas grabar las mejores memorias y recuerdos en la gente que te rodea. No desaproveches sus vidas.




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3 comentarios:

verdemundo dijo...

Me has maldecido entonces.

Inz dijo...

lo hice... perdóname...

Luis Ascama dijo...

Sería bueno que las palabras que escribimos tuvieran las repercusiones que esperamos. Te voy a seguir por aquí también Daniel.